Segunda observación de Miguel Ángel Miguel (León):
El pasado 28 de abril celebramos nuestra segunda observación, que en realidad consistió en una reflexión conjunta sobre el proceso de evaluación en la enseñanza de lenguas extranjeras, y más concretamente en la clase de inglés de Bachillerato. En un primer momento, cada uno de nosotros presentó las principales dinámicas y herramientas de evaluación de las que se sirve en su día a día. En líneas generales, las coincidencias superan, con creces, a las diferencias. Así, por ejemplo, los dos exigimos a nuestros alumnos la realización de una presentación oral, con o sin apoyos visuales, para evaluar la destreza de expresión oral. Adicionalmente, mi mentor, Julio, introduce un elemento de interacción en la actividad, al pedir a dos o tres alumnos, elegidos al azar al comenzar la clase, que preparen preguntas para realizar al final de la presentación. Personalmente esta manera de dinamizar la práctica oral en el aula me pareció muy interesante, puesto que, además, la dota de un mayor grado de autenticidad.En cuanto a la expresión e interacción escrita, los dos coincidimos en la necesidad de hacer hincapié en la práctica de estas destrezas, tanto en el aula como en forma de trabajo autónomo que nuestros alumnos realizan en casa, y consideramos conveniente que entreguen dos redacciones cada trimestre, o al menos una, para que sean corregidas por el profesor. A continuación, reflexionamos sobre los procedimientos de evaluación y calificación de esta destreza, centrándonos especialmente en la identificación de los aspectos textuales y formales a tener en cuenta, que, en nuestra opinión, se reducen principalmente a tres, a saber: el contenido y su relevancia en relación con la tarea propuesta, la organización y estructura del texto, dando un lugar destacado al uso de conectores oracionales y textuales, y el uso de la lengua, en el que concretamente se incluyen aspectos formales como la gramática, la ortografía y el léxico.Coincidimos también en la escasa efectividad que para el proceso de enseñanza y aprendizaje conlleva la corrección exhaustiva de todos y cada uno de los errores cometidos por los alumnos. A esto habría que añadir la enorme carga de trabajo que una corrección de estas características supone, abogando, consecuentemente, por una corrección que implique activamente al alumno, puesto que solo así este aprenderá de sus errores. Discrepamos, no obstante, en cuanto a la importancia que se debe dar a estos errores en la calificación de un trabajo de expresión escrita. Y así, mientras mi mentor señala los errores más destacados y los tiene en cuenta en forma de penalizaciones a la hora de otorgar la calificación correspondiente, en mi caso personal opto más por realizar un comentario general e identificar los dos o tres errores más recurrentes.Además de las expresiones escrita y oral, los dos realizamos un par de exámenes a lo largo del trimestre sobre los contenidos gramaticales y léxicos correspondientes al curso, y definidos en el currículo. A esto, habría que añadir las pruebas de comprensión escrita y auditiva realizadas coincidiendo con estos exámenes y que, dado el carácter objetivo de estas destrezas, no resultan tan problemáticas a la hora de calificar y evaluar.Para terminar, me gustaría recomendar el visionado del vídeo que encontraréis en el siguiente enlace:
En definitiva, nuevamente la observación y el trabajo conjunto han generado una reflexión conjunta muy enriquecedora, que me ha permitido sistematizar de una manera más clara el procedimiento de evaluación que ya venía utilizando en el aula, al que habría que añadir las aportaciones realizadas por mi mentor y a las que ya me he referido en esta breve reflexión. |
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